domingo, 19 de enero de 2014

Comunicación, resolución y mediación de conflictos en las organizaciones

Publicado en revista grupo PROASSA nº 27 enero 2014
Autor: Pedro Meireles Sobral

“Actúa siempre de forma que se creen nuevas posibilidades de elección”, el imperativo de Heinz Von Foerster, es un buen punto de partida para iniciar un momento de reflexión sobre si debemos, o no, intentar evitar, como habitualmente, los conflictos en las organizaciones.   
Crear nuevas posibilidades, nuevas oportunidades, es siempre entendido como algo positivo por los gestores. Sin embargo, los diversos aspectos relacionados con el conflicto continúan teniendo una connotación generalmente negativa en el contexto empresarial y laboral. Evidentemente, siempre tendremos presentes ciertos tipos o categorías de conflictos o problemas que traen acoplados situaciones realmente indeseables y totalmente negativas pero, si nos centramos en analizar la mayor parte de los conflictos interpersonales o interdepartamentales que ocurren en una organización, podremos encontrar un sentido especial en la sagaz frase de Aldous Huxley: “El problema no está en aquello que nos sucede, sino en lo que hacemos con lo que nos sucede”.

Los conflictos que surgen en el ámbito de la interacción humana, abren también nuevas oportunidades y nuevas posibilidades de integración de los diferentes intereses que pueden estar subyacentes al conflicto.  Estas oportunidades se pueden aprovechar de forma magnífica, en pro del ambiente laboral y de la productividad. Si estamos atentos a lo que “sucede” y poseemos las herramientas y las técnicas adecuadas para actuar eficazmente sobre lo que “sucede”, podemos aprovechar las oportunidades y abrir nuevas posibilidades de superar obstáculos y eliminar bloqueos para alcanzar un nivel de trabajo en alta performance.

La comunicación conlleva siempre la posibilidad del conflicto. En una organización, la constante interacción humana y la diversidad de criterios conducen inevitablemente a que ciertas partes interesadas en una cuestión manifiesten posiciones opuestas a las deseadas por otras. Cómo refiere el primer axioma de la pragmática de la comunicación humana de Paul Watzlawick: “Es imposible no comunicar”. Considerando que es imposible no comunicar y que cada acto humano, en presencia de otros, es siempre una forma de comunicación, podemos también inferir que no es posible evitar el conflicto y, por otro lado, tampoco es posible no influir en él. Positiva o negativamente, a través de nuestros actos o por su ausencia (si no digo nada, estoy comunicando que no quiero decir nada), estamos siempre influyendo cuando estamos en la presencia de otros.

Nos queda la opción, y la responsabilidad de decidir, si hacerlo conscientemente o dejar que ocurra. Para un gestor, alcanzar los objetivos pretendidos también depende, en gran  medida, de la capacidad para dialogar, persuadir, ser tan flexible como sea posible en el análisis de las diferentes perspectivas e intereses en juego y, finalmente, facilitar los acuerdos.
Si nos detenemos un poco en los aspectos relacionados con las modalidades perceptivas que constituyen el caldo de cultivo de las situaciones conflictivas, podemos concluir que es típica y culturalmente occidental dividir la realidad en extremos opuestos e irreconciliables, bueno y malo, moral e inmoral, bien y mal, blanco y negro, cierto y equivocado, verdadero y falso. Estamos habituados a percibir los conflictos como algo negativo, una injusticia a evitar, la existencia de una culpa a atribuir, etc. Inevitablemente, en la idiosincrasia occidental, el reconocimiento hacia el otro casi siempre significa una limitación hacia uno mismo.

Tendemos a utilizar una lógica de causalidad lineal que funciona bien cuando analizamos fenómenos lineales, de causa-efecto, pero cuando la aplicamos a fenómenos complejos, como es la gestión de un conflicto, esta ya no funciona sola porque en estos casos también están presentes otros tipos de lógicas. En el conflicto interactúan múltiples variables que se influencian recíprocamente. Si lo examinamos según la lógica de la causalidad lineal se busca inmediatamente establecer quién está equivocado y quién tiene la razón, quién es culpable y quién es inocente. Pero sabemos que las cosas no son así, que el mundo no es blanco o negro, justo o injusto: es solamente nuestra percepción la que nos puede llevar a verlo de uno o de otro modo. No existe una única realidad sino tantas realidades como los posibles observadores de la misma. Más aún, un mismo observador puede, queriendo y estando entrenado para ello, percibir la misma realidad de formas diferentes, según el punto de vista que en diferentes momentos quiera asumir.

Asumiendo que la “realidad” es un producto de la perspectiva desde la que observamos, de nuestras herramientas cognitivas y del leguaje según el cual la percibimos y la comunicamos, estamos en condiciones de aceptar la existencia de puntos de vista que pueden estar “más allá” de lo tradicionalmente entendido como sentido común.

Todo lo anteriormente expuesto nos puede llevar a considerar que el conflicto puede ser mejor gestionado desde un enfoque estratégico, teniendo en cuenta que la complejidad de los factores que contribuyen a construir la percepción, y a activar el comportamiento, genera dinámicas interactivas que revelan la existencia de tipos de lógica no tradicionales en los procesos de interacción humana. Gregory Bateson ya constataba esa existencia cuando afirmaba: “Para un ser humano, estar en contradicción es una regla, no una excepción”.  

Décadas de estudio continuado sobre los efectos que la comunicación puede producir en la percepción de la realidad y en el comportamiento de las personas, han conducido al desarrollo de técnicas y estrategias de resolución de conflictos que contemplan también la utilización de otro tipo de lógica. Es el caso del modelo de “Problem Solving Estratégico”: Modernamente, este tipo de lógica se ha definido como lógica no ordinaria o de la ambivalencia (Da Costa, 1989; Nardone, 2009).

Transformar los límites en recursos y conseguir llegar a acuerdos a través de procesos de descubrimiento conjunto entre ambas partes en conflicto, lo que se conoce también como proceso de mediación, supone el dominio de técnicas avanzadas de comunicación que se adquieren con el adecuado entrenamiento. Preguntar más que afirmar, pedir confirmación más que sentenciar, identificar los intereses contrapuestos, evocar emociones correctivas que contribuyan al cambio de perspectivas de las partes facilitando el acuerdo desde una posición neutral e imparcial, puede parecer un arte al alcance de pocos pero es una técnica aplicada según los tipos de lógica adecuados a cada contexto conflictivo o problemático. Se puede afirmar que existe una verdadera tecno-logía para estos fines.

Veamos un ejemplo concreto, muy simple, citado por diversos autores que se detienen sobre los aspectos de la resolución de conflictos y de la mediación. Después haremos la introducción a una técnica de comunicación avanzada, no tradicional, que habitualmente produce efectos impresionantemente eficaces en este tipo de situaciones:

“Dos compañeros de oficina, que comparten el mismo espacio físico, discuten porque uno quiere abrir la ventana y el otro la quiere cerrarla. Centrándose en el objeto de discusión (la ventana), ninguna solución es satisfactoria cuando se intenta establecer un acuerdo sobre la amplitud de la apertura, sobre los tiempos de apertura, etc. Cambiando de estrategia y preguntando sobre los objetivos de cada uno, el que quería la ventana abierta contestó: “Obtener aire fresco”.  La respuesta del que la quería cerrada ha sido: “Que no se produzca corriente de aire directa porque me molesta”. Conociendo los objetivos de cada uno (sus intereses individuales) la propuesta de solución aceptada por los dos fue abrir una ventana en una sala contigua, logrando así la obtención de aire fresco, sin corriente de aire directa.”  

Ahora veamos la técnica de comunicación no tradicional que permite obtener los efectos beneficiosos inmediatos de un primer acuerdo en una situación mucho más compleja: 

1.   Solicitar a una de las partes que exponga lo que piensa que son los puntos de desacuerdo, según la perspectiva de la parte contraria. O sea, los puntos que piensa que el otro retiene como razones para estar en desacuerdo.

Esta solicitud interrumpe completamente la lógica lineal que condiciona el proceso cognitivo tradicional, en una situación de conflicto. Habitualmente nos ocupamos más en pensar sobre lo que no estamos de acuerdo con el otro que en pensar sobre lo que no está el otro de acuerdo con nosotros.

2.     Seguidamente se solicita a la otra parte que parafrasee lo que ha entendido decir al primero: La paráfrasis tendrá una formulación del tipo “Tú piensas que yo pienso que los puntos de desacuerdo son…”

Esta paráfrasis deberá ser repetida hasta que el primero la considere correcta y manifieste su acuerdo diciendo algo como: “Sí, yo pienso que tú piensas eso”.

3.     A continuación se repite el mismo proceso, iniciándolo con la parte contraria.

De esta forma se consiguen establecer los primeros acuerdos entre dos partes en desacuerdo. Esta técnica hace con que la lógica lineal que estaba en la base de las rígidas perspectivas individuales, empiece a dar paso a la lógica circular de la interacción.
  

Les invito a probar. El resultado podrá parecer magia pero no lo es. Como afirmaba Arthur C. Clarke: “Toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”.

miércoles, 15 de enero de 2014

¿Porqué Trabajo en Alta Performance - más allá del coaching?

http://www.trabajo-alta-performance.com/?page_id=306

Somos tan conscientes de la polémica que puede suscitar la utilización de la palabra “performance” como del posicionamiento que atribuimos a nuestra metodología de referencia, situándola “más allá del coaching”. En la primera parte, más del dominio de los lingüistas, nos detendremos sólo lo imprescindible ya que los diversos usos de la palabra “performance” se refieren a raíces etimológicas que pueden ser consideradas contradictorias, requiriendo un “ejercicio” complejo para su explicación. Sin embargo, en lo que respecta a la metodología y a su posicionamiento real – más allá del tradicionalmente considerado “coaching” – dedicaremos la atención que el asunto merece, esperando contribuir para zanjar la polémica, incluso antes de su generación.
En las consideraciones etimológicas podemos citar desde el antropólogo británico Victor Turner que basa su comprensión del término “performance” en la raíz etimológica francesa, parfournir, que significa “realizar o proveer por completo”, hasta J.L. Austin, catedrático de filosofía de Oxford, que desarrolló el término “performativo” refiriéndose más a los aspectos pragmáticos del lenguaje (el lenguaje se considera performativo cuando “la emisión del enunciado implica la realización de una acción”). El término “performance” también incluye, pero no puede reducirse, a las palabras que en ciertos ámbitos se utilizan como sus sinónimos: teatralidad, espectáculo, representación… En el ámbito de las organizaciones y del deporte, se utiliza a menudo para sopesar el grado en que el rendimiento de alguien está de acuerdo con su potencial. Esta última es la acepción de la palabra que más pretendemos retener en nuestro concepto.
Refiriéndonos ahora a la metodología, es importante empezar por recordar que el término coaching ha alcanzado en muy poco tiempo una multiplicidad de significados y de aplicaciones que ha sido acompañado por la inevitable proliferación de disertaciones teóricas y de una extensa bibliografía sobre el tema. Una amplia esfera de profesionales, provenientes de las más diversas disciplinas, ha visto la posibilidad de proponerse y proponer su propia idea al respecto. En general se ha asistido a una especie de carrera para conquistar territorios inexplorados. Una carrera veloz con participantes muy distintos en función de los recursos, de los medios, de las herramientas, del conocimiento y de la experiencia a aportar.
Desde nuestro punto de vista, la validez de cualquier metodología o teoría no se puede probar solamente por su supuesta veracidad o por su concordancia con principios epistemológicos aceptados por la comunidad académica y científica. Los diversos modelos de coaching existentes no pueden ser excepción a esta regla y pretender que se mida su validez, por los conceptos teóricos que le son subyacentes y/o por la certificación que una asociación o entidad académica, aunque de gran reputación e idoneidad, expide a favor de un determinado profesional o grupo de profesionales. De hecho, la existente práctica de las certificaciones, si por un lado puede conferir credibilidad al profesional, al no estar muchas veces claro quién puede certificar a quién y quién “certificó” al certificador, parece estar generando una espiral de auto-referencialidad que no contribuye del todo a la transparencia y a la credibilidad general de la profesión.
En nuestro enfoque de trabajo, que se dirige al mundo del Alta Performance, o de profesionales sometidos a la exigencia permanente de alto rendimiento, necesitamos resultados medibles y rápidos. Eso es lo que nos pide el cliente, que evidentemente quiere ver sus recursos gestionados con la mayor eficacia y eficiencia posible. Cualquier tipo de intervención de ayuda para un profesional de estas características, sólo encuentra valor y significado mediante la evaluación del alcance progresivo de las metas, en función de objetivos predefinidos. Dicho de otra forma, no existe una intervención de ayuda si no existen éxitos medibles. Estas intervenciones deben tener una expresión absolutamente pragmática que impone la asunción de responsabilidades precisas, a veces difíciles pero ineludibles, bajo criterios de eficacia y eficiencia (qué vamos a conseguir y en qué plazo). De esta forma, atribuimos un valor superlativo de “certificación” de nuestro modelo de trabajo a los clientes que a lo largo de los años han depositado, y reiteran, su confianza en nuestra profesionalidad.
Nuestra metodología, evolucionada por la Escuela de Arezzo, fundada por Giorgio Nardone y Paul Watzlawick, a partir de la tradición de la conocida Escuela de Palo Alto (compuesta por investigadores científicos de renombre cuya “certificación” actual carecería de sentido por motivos obvios), se centra inicialmente en la identificación de los límites o bloqueos coyunturales que impiden la mejor expresión de los recursos personales, para seguidamente establecer una estrategia, conjuntamente con el cliente, orientada a tal desbloqueo. Una vez desbloqueada la limitación se abre el paso al desarrollo o recuperación de las capacidades que mejorarán el rendimiento.
Teniendo siempre presentes los conceptos de eficacia y eficiencia, pasando por la definición de objetivos claros y precisos para la intervención, la metodología ha sido probada a lo largo de años de investigación empírico-experimental. La epistemología de base y algunos ejemplos de la aplicación práctica de la metodología están recogidos en el libro “Coaching Estratégico”, de Roberta Milanese y Paolo Mordazzi, 2007, Herder Editorial. Más recientemente se ha publicado en España un libro con el testimonio, en primera mano, de un atleta de alta competición que ha vuelto a alcanzar un título mundial, superando un periodo de bloqueos, a través de la aplicación de nuestro modelo de referencia: “Resurgir y Vencer” – Aldo Montano, Giorgio Nardone, 2013, Editorial Paidós. Creemos que sería difícil poder presentar mejor referencia o “certificación”.